El día que me confundieron con el Diego

1994. Mundial en Estados Unidos. La selección argentina concentraba en el Babson College, en las afueras de Boston, donde yo vivía. Faltaban 10 días para el primer partido de la selección y los jugadores tenían su último día libre.

Me llamó Adrián Paenza (con quien somos amigos) y me invitó a comer unas pizzas en el patio de comidas del centro de Boston con Diego Maradona. Pellizcame.

Los yanquis ya lo tenían de nombre (estaba por empezar el Mundial y todos hablaban de él), pero no lo tenían de cara. Estados Unidos era seguramente el único país del mundo en el que Diego podía salir a la calle sin que miles de personas se le tiraran encima. Nos encontramos afuera del patio de comidas y efectivamente nadie lo reconocía. Diego estaba con Claudia, con sus dos hijas y con su suegra. Yo compartí una mediana de muzzarella con Diego y comimos todos en una de las mesas comunales.

Había llevado la cámara, pero no quería sacarme una foto (todavía no se llamaban selfies) para no romper esa fantasía de que éramos amigos de toda la vida compartiendo una muzza. Recuerdo que le pregunté qué sentía de poder estar en un patio de comidas repleto de gente sin que nadie le de bola. Me dijo que le gustaba cuando la gente lo reconocía, pero que también se sentía muy bien siendo uno más, mientras se comía la última aceituna.

Cuando terminamos de comer, Diego dijo que quería comprar zapatillas y Claudia tenía que comprar ropa. Adrián me pidió que yo acompañara a Diego a la casa de deportes mientras él iba con el resto de la familia a otro negocio. Pellizcame más fuerte.

El local estaba empapelado con afiches de jugadores del mundial, pero justo no había ninguno de Diego. Me acuerdo porque el vendedor no lo reconoció. Diego se iba probando las zapatillas. Se miraba al espejo y cada tanto me decía ¨Gerry, ¿te gusta cómo me quedan?¨. Pellizcar evidentemente no alcanza. Dame una trompada.

Ahí nos sacamos la única foto que tengo de ese día. La necesitaba para probarme a mí mismo 26 años más tarde que no había inventado todo esto.

En una jugada muy maradoniana, Diego se compró 8 pares de zapatillas. Pagó en efectivo y el vendedor le explicó (en inglés, yo traducía) que se venía un evento muy importante, un campeonato mundial de soccer. Después de la explicación, como había hecho una compra tan grande, le regaló a Diego un llavero del Mundial.

Justo cuando salíamos del negocio, llegaron Adrián y el resto de la familia. Diego y yo nos empezamos a alejar con las bolsas de las zapatillas y Adrián le preguntó al vendedor si sabía a quién acababa de atender. El vendedor dijo que no con la cabeza y Adrián le dijo que acababa de atender a Diego Maradona.

El vendedor dejó el negocio solo y salió corriendo detrás nuestro. Cuando nos alcanzó, me puso la mano en el hombro y me preguntó ¨Are you Diego Maradona?¨.

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