Cuando los valores colisionan

A veces son conscientes. A veces, inconscientes. Pero siempre nos ayudan a vivir. Son parte de nuestra identidad, de quienes somos. Incluso pueden ser fuente de orgullo; los decimos sacando pecho. Nuestros valores son centrales en nuestras vidas.

Y desde el punto de vista práctico, nos ayudan a tomar decisiones. Decisiones que parecen muy difíciles muchas veces resultan obvias si las vemos a la luz de nuestros valores. 

Ejemplo, dame un ejemplo, así entiendo de qué estás hablando.

Tres, te voy a dar tres. Acá van tres de mis valores y cómo me ayudan a decidir.

Valor 1: Vivir liviano, con pocas cosas. O al menos con menos cosas que las que tenía antes. Desde que me di cuenta de que lo que uno tiene es fuente de burocracia personal, intento comprar solamente lo indispensable. Y regalo lo que no uso, lo que no necesito. Con menos cosas me siento mejor. Obviamente, lo puedo decir porque tengo las necesidades básicas más o menos satisfechas.

Valor 2: Cuidar el planeta. Soy cada vez más consciente de mi impacto en el entorno. Hay muchas cosas que antes hacía sin pensar y que ahora pienso dos veces o que incluso ya no hago. Sí, ya sé, sigo comiendo carne. Menos que antes, pero una buena bondiola a la cerveza me puede. Así que no soy del todo consistente, pero siento que hacia allá voy.

Valor 3: Conectar con mi gente más querida. Nuestra finitud cada vez está más presente en mi forma de pensar la vida así que quiero pasar más tiempo con mi familia, mis viejos, mis hermanos y mis amigos. Antes, cuando me decían de encontrarnos, muchas veces les explicaba que estaba ocupado. Ahora, dentro de la posible, dejo todo lo demás para decirles que sí.

Todo muy lindo, pero a veces se complica.

Mi hijo Lele juega al básquet. Hace un tiempo, me pidió que le mandara el logo de Aprender de Grandes en alta resolución. No me dijo para qué lo quería. Tampoco le pregunté, y después me olvidé del tema.

Unos días después, Lele vino con la camiseta de su equipo...

 
 

... que aparte de tener su sobrenombre y su número, tenía los logos que les habíamos dado los padres y las madres del equipo.

Unos días después, Lele me preguntó si quería tener mi propia camiseta con el número que yo eligiera y mi nombre. Mi respuesta fue casi inmediata y para mí, bastante obvia, gracias a los valores 1 y 2 de acá arriba. No quiero tener cosas que no voy a usar y quiero cuidar el planeta.

- No, gracias Le.

Hasta que al día siguiente me cayó la ficha: Lele no me quería regalar una camiseta para aumentar mi burocracia personal e impactar negativamente en el planeta. Lele me estaba invitando a ser parte de su equipo.

- Si estamos a tiempo, la quiero. Poné Gerry y el número 37.

Está bueno tener esos valores y aplicarlos para tomar decisiones. Pero si lo hacemos muy rápidamente y sin tener en cuenta otros valores, podemos equivocarnos. Y fiero.

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