La ciencia de las (buenas) ideas - Prólogo del libro de Diego Golombek

Le pedí permiso a Diego Golombek (dijo que sí), pero no llegué a pedirle a la editorial (perdón Siglo XXI), para compartir el prólogo que tuve el privilegio de escribir para su nuevo libro, que se llama La ciencia de las (buenas) ideas.

Y de eso vamos a conversar con Diego este viernes 11 de noviembre de 2022 a las 18 h, en un episodio de Aprender de Grandes con público en un hermoso teatro: el auditorio del Centro Cultural de la Ciencia de Buenos Aires. Si querés participar (es gratuito, con cupos limitados), estás a tiempo de anotarte haciendo click acá. Si te interesa y vivís lejos o no podés venir, no te preocupes ya que lo vamos a publicar en Aprender de Grandes en las próximas semanas.

Acá está el prólogo que escribí para el libro de Diego, para que veas de qué va la conversación que vamos a tener el viernes. Ojalá nos veamos ahí.

Prólogo

Nuestra experiencia está repleta de ideas, propias y de otras personas. Las ideas nos permiten resolver los desafíos que nos plantea la vida todos los días, desde los más chiquititos, hasta los profundos y los existenciales. Las ideas nos permiten seguir vivos o, al menos, conseguir que esa persona que nos gusta nos preste atención. Nuestras ideas nos distinguen de otros animales e hicieron (para bien o para mal) que dominemos el mundo. A pesar de que una idea no alcanza para cambiar la realidad, todo cambio en nuestro entorno nació con una idea.

Listo. Ya entendí. Me convenciste. Las ideas son importantes en nuestras vidas. Seguí.

También podemos reconocerlas fácilmente por su forma de sorprendernos. Sin vacilar las nombramos ¨che, ¡qué buena idea¨. Sin embargo, no es obvio cómo podemos definir qué es una idea. Y mucho menos, cómo nuestra mente se las arregla para generarlas de manera tan prolífica.

Esperá. Si nos enfocamos en definiciones y en explicar los mecanismos neuronales de las ideas, ¿no vamos a destruir toda su poesía, toda su belleza?

Es acá donde, como todo buen texto de ciencia, vamos a citar a Richard Feynman.

Ricardo, como le decimos los que nos hubiese gustado ir a almorzar con él, cuenta que tiene un amigo artista que sosteniendo una flor le dice mirá qué bella es esta flor. Yo, como artista, puedo ver esa belleza. Ustedes, los científicos, la desarman, ven cada parte y se transforma en algo aburrido. A lo que Ricardo le responde que la belleza que vos ves está accesible para todos. A pesar de que no tengamos la sofisticación estética de un artista, podemos apreciarla. Pero al mismo tiempo puedo ver mucho más que lo que ves vos, amigo artista. Me imagino las células y sus interacciones, que también tienen su belleza a escala microscópica, que vos no ves. Veo la estructura interna y sus procesos. Sé que los colores de las flores evolucionaron para atraer a los insectos para que las polinicen. Y eso es interesante porque significa que los insectos ven los colores. Y me dispara la pregunta de si la capacidad de apreciar la estética está presente en otros animales. Todas éstas son preguntas interesantes que el conocimiento científico agrega al asombro y la fascinación de mirar una flor. Todo esto suma. No veo cómo podría restar.

La ciencia se mete cada vez en más cosas. Lo que parecía más alejado del alcance de la ciencia se va acercando y cuando la ciencia está lo suficientemente cerca y echa luz, nos permite entender cómo funciona el mundo y conocernos un poco más.

Y en los últimos años se ha metido en el mundo de las ideas. Todavía tiene más preguntas que respuestas, pero ya nos muestra algo de nosotros mismos que hasta hace poco no podíamos ver.

Seguiremos asombrados por la belleza de la flor y por una gran idea que escuchamos, pero también nos asombrará conocer los mecanismos celulares de los colores de esa flor y los mecanismos cerebrales de tan brillante idea.

De eso se trata este libro de Diego.

Que lo disfrutes.

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