Creo que entendí por qué sobrevive el ajedrez

Hace 25 años y por primera vez en la historia, una computadora le ganó un match de ajedrez al campeón del mundo. En 1997, Deep Blue le ganó a Gary Kasparov. Yo lo seguí de cerca y me acuerdo que sentí dos cosas el día en el que la máquina le ganó al humano.

Lo primero que sentí fue admiración por el equipo que había construido el hardware y el software capaz de lograr tremenda conquista. Hoy nos parece casi un lugar común, pero esto fue hace 25 años (¡hacé la cuenta de cuántos años tenías!).

Lo segundo que sentí fue que se había acabado el ajedrez. Y dada mi devoción por el juego ciencia, esto me pegó duro. Estaba convencido de que ya no tendría sentido para los seres humanos jugar a algo que las computadoras ya hacían mejor que nosotros y que con el tiempo iban a hacer mucho mejor todavía. Eso me hizo sentir una tristeza profunda.

Pero me equivoqué. Hoy el ajedrez es más popular que nunca. Y creo que acabo de entender por qué (y no es por Gambito de dama).

Durante algunos años después del match entre Kasparov y Deep Blue, los mejores jugadores humanos todavía podían hacerle frente a los mejores programas de computación. En esa época, los programadores intentaban codificar lo que los humanos habíamos aprendido jugando al ajedrez durante los últimos siglos y lo combinaban con el poder de cálculo de las computadoras para intentar ganarle a los humanos.

De alguna manera, los programas que jugaban al ajedrez lo hacían como los humanos, pero cada vez pensaban más rápido y sus memorias podían almacenar más posiciones. Y mientras que los seres humanos seguíamos mejorando muy lentamente, las computadoras duplicaban su velocidad y su memoria cada dos años, más o menos. Así que muy pronto, se alejaron y ya no tenía mucho sentido intentar ganarles.

Pero en la última década, la estrategia del desarrollo de nuevos programas cambió. Los expertos en inteligencia artificial reconocieron que podían desarrollar programas que emulaban el funcionamiento del cerebro y que podían ponerlos a aprender solos, sin sesgarlos con el conocimiento humano del ajedrez (en la jerga técnica, a estas formas de programar se las llama redes neuronales). Y así se desarrollaron programas que aprenden jugando millones de partidas contra otra copia del mismo programa. Y después de unos días de entrenamiento, no solo nos ganan muy fácilmente sino que, muchas veces, ni siquiera entendemos conceptualmente por qué nos ganaron. Es como que jugaran a otro juego.

Para ilustrar el abismo que hay hoy entre la capacidad de humanos y de computadoras, te cuento que el nivel de los jugadores se mide con un número que se llama ELO. El actual campeón mundial, Magnus Carlsen, tiene un ELO de 2861. Eso es un montón. El siguiente jugador tiene 2808 y el tercero 2792. El que está en el puesto 100 del mundo (que justo es el primer Argentino de la lista) tiene 2649 puntos de ELO. Si te enfrentás a alguien con 100 o 200 puntos de ELO más que vos, tus probabilidades de ganar son muy bajas. Y se estima que los mejores programas de ajedrez tiene más de 3500 puntos de ELO. No tenemos chances.

Acá llegan las buenas noticias. Como las compus nos aplastan, ya no intentamos ganarles. Las podemos usar para entrenarnos y para que evalúen las jugadas de los seres humanos, pero ya no tiene sentido competir contra ellas. Es más, la mejor jugada que puede hacer un ser humano en una posición dada, no es necesariamente la mejor jugada que haría una compu, ya que el humano no sabría cómo seguir después. El ajedrez entre nosotros consiste en encontrar la mejor jugada humana en cada posición.

Hoy los seres humanos podemos aprovechar las compus para entrenarnos y el incentivo es competir con otros seres humanos. Y con la proliferación de las plataformas online para jugar, los recursos que hay en Internet para aprender y la popularidad que tienen los streamers que contagian su pasión por el juego a millones de personas, el ajedrez es hoy más popular que nunca.

Y claro, Gambito de dama ayudó también.

Ahora entramos en otra etapa de todo esto. Con el aumento de la popularidad subieron también los premios económicos si te va bien (podés ganar plata en los torneos y los mejores tienen sponsors como, por ejemplo, en el tenis) y entonces hay más incentivos para hacer trampa. En otros deportes, la trampa suele hacerse con sustancias que aumentan tu desempeño. En ajedrez los que hacen trampa intentan recibir ayuda de programas de computación, de maneras muy escondidas y sofisticadas. En el último mes, el mundo del ajedrez estuvo envuelto en un escándalo de acusaciones de trampa muy difíciles de probar. Y esta saga le va a dar más intriga al futuro del juego.

Algunas fuentes por si querés explorar estos temas en más detalle:

  • Entrevista de Lex Fridman al actual campeón mundial de ajedrez, Magnus Carlsen (en inglés, dos horas y media).

  • Sobre los dos matches entre Garry Kasparov y Deep Blue en 1996 y 1997.

  • La descripción del escándalo en el mundo del ajedrez de las últimas semanas.

  • La charla TED de Judit Polgar (en inglés), considerada la mejor jugadora de ajedrez de la historia. Tuve el privilegio de acompañar a Judit en la preparación de su charla y al final del video jugué el rol de Anatoly Karpov, reproduciendo una partida en la que Judit ¨me dio¨ una paliza.

  • El ranking de jugadores humanos de ajedrez.

Anterior
Anterior

Es momento de pedir el postre

Siguiente
Siguiente

La belleza de lo anti-intuitivo