Mi tatarabuela y el tétano

Mi tatarabuela, en alguna de las ramas de mi árbol genealógico por el lado de mi mamá, se crió en un pueblo en Rumania. Debe haber nacido allá por 1855 o 1860.

La casaron cuando todavía era muy joven. Las historias familiares dicen que tenía 16 años. Nunca supimos si estaban enamorados, ni siquiera si era algo que ellos se preguntaban en esa época.

Su esposo trabajaba en no sabemos qué y ella lo esperaba todo el día tejiendo. Tejía mucho. Un día dejó su tejido sobre la silla y fue a servirse algo de tomar. En ese momento llegó su esposo cansado de un largo día de trabajo y se desplomó sobre esa silla pensando que finalmente iba a descansar. Pero tuvo tan mala suerte que se clavo la aguja del tejido de mi tatarabuela en el culo.

Parece que la aguja oxidada lo infectó con tétano y al poco tiempo murió.

Mi tatarabuela quedó viuda a los 19 años. Ser viuda a esa edad en esa época no era muy bien visto y tuvo que aceptar casarse nuevamente con un señor unos 30 años mayor que ella. Con este señor, mi tatarabuelo, tuvieron 12 hijos. La menor de los 12 era Rebeca, mi bisabuela, que llegó con ellos a Buenos Aires en 1905 y a quien llegué a conocer.

A mí me contó esta historia por primera vez mi abuela, la hija de Rebeca y nieta de mi tatarabuela, cuando yo era todavía muy chico. Esa historia me impactó mucho. Y me generaba muchas sensaciones contradictorias cada vez que tenía que darme la antitetánica, para luchar contra el tétano, al que yo le debía mi vida.

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