¿Y si fue todo al revés?

Todos le teníamos terror a la de Lengua de tercer año de la secundaria. Hoy amo la lectura, la escritura, las palabras. Pero a mis 15 años, todavía no.

Ese día nos iba a tomar la primera prueba. Era sobre El Cerco de Numancia de Cervantes. Yo no había leído el libro, ni siquiera el resumen que circulaba en fotocopias truchas. Cuando la vi entrar al aula, ya sabía que me la iba a llevar y me veía encerrado estudiando en diciembre, mientras mis amigos ya disfrutaban de sus vacaciones. Pero una de mis compañeras tuvo una idea brillante. Esa idea generó una tradición durante todo el año que evitó todas las pruebas y nos regaló un diciembre de felicidad a toda la división.

Antes de que tuviera tiempo de dejar su cartera sobre el escritorio, le dijo profe, profe, estoy leyendo un libro que en una parte dice enquistarse solapadamente y no lo entendí. ¿Qué quiere decir?

La de Lengua se transformó.

Con mucha pasión, le dedicó los siguientes 20 minutos a explicarnos que enquistar significa transformarse en un quiste, algo que tenés en el cuerpo, que no debería estar ahí. Que puede ser bueno o puede ser malo. Y que probablemente estaba usado como metáfora. Que se refería a alguna idea o algo de la cultura que se mete dentro nuestro, que se transforma en parte de quiénes somos, de nuestra identidad. Y solapadamente es que lo hace sin que nos demos cuenta. Disimulando, como quien no quiere la cosa.

Al terminar la explicación, miró su reloj y nos dijo que lamentablemente ya no quedaba tiempo para la prueba, que la íbamos a tener que dejar para la clase siguiente. Y en la clase siguiente se olvidó y arrancó un tema nuevo del programa de Lengua de tercero.

Después desarrollamos la estrategia. Durante todo ese año, nos turnamos para llevar preparadas preguntas sobre palabras que no entendíamos para entretener a la profesora y que después no le quedara tiempo para tomarnos la prueba. Y siempre, siempre, le llevaba la mitad de la hora, no le quedaba tiempo para la prueba y se olvidaba de tomarla en la clase siguiente.

Me gusta mucho contar esta historia como un ejemplo de creatividad y brillantez de mi compañera y de cómo entre todos logramos engañar a la de Lengua durante todo un año.

Pero hace unos días, cenando con amigos, les conté la historia y de repente tuve un pensamiento que me estremeció. Me quedé callado un largo rato y me tembló un poco el cuerpo.

¿Y si la de Lengua lo tenía todo planeado? ¿Y si nunca nos quiso tomar prueba? ¿Y si El Cerco de Numancia y los libros que siguieron eran simplemente excusas para que buscáramos palabras que no entendíamos para zafar de la prueba?

¿Y si fue la de Lengua de tercero la que me enquistó solapadamente el amor por las palabras?

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